EL AMOR
- R.
- 26 oct 2020
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Cuando nacemos todo el mundo nos da su atención y energía. Ese es el comienzo a partir del cual todas las personas empiezan su camino en el amor de la vida.
Cada uno de nosotros es único e incomparable, por lo tanto, esa debería de ser la primera idea que necesitamos entender, pero nadie nos lo dice. Al poco tiempo de recibir esa atención tan dedicada y maravillosa (que no en todos los casos es posible) se va, como el enamoramiento entre algunas personas. Algo así como una reacción química que llega a su fin, consumida por la costumbre, la vida, o demás ocupaciones que tiene cada uno de nosotros. A partir de ese momento, vamos aprendiendo paso a paso y según lo que cada situación nos enseñe, de acuerdo a lo que vemos y/o sentimos, mientras “creamos” lo que somos, todo fruto de la experiencia y el conocimiento de lo que nos rodea.
Tristemente, en el mundo actual, esto es un problema, porque estamos rodeados de personas con miedo e inseguridades que no nos enseñan a amar desde el corazón sino desde la razón, como si eso fuese posible. Como si pudiéramos vivir sin sentir por miedo a arriesgar, además que no está mal sentir miedo, si no tienes miedo no estás vivo. No puedes deshacerte de las emociones, son como la madre naturaleza, no puedes superarlas, puedes traspasarlas. Puedes descubrir quién eres, de qué estás hecho al atravesar el camino de las emociones y sensaciones. Me gustaría hacer referencia al libro “El arte de la felicidad, escrito por el Dalai Lama con Howard C. Cutler” en el cual mencionan lo siguiente: cuando un monje empezaba a meditar en la compasión y monitoreaban la actividad cerebral, vieron como se activaba, iluminaba “la región de la felicidad” en el cerebro. El mero acto de sentir compasión por otro ser vivo crea un estado de bienestar con uno mismo.
El niño empieza a sentir y el resto le dice cómo debe sentir, lo que está bien y lo que está mal, como si fuéramos expertos en la materia. Me hace tanta gracia la seguridad con la que la gente mayor educa o da lecciones a los niños, cuando en realidad están equivocados y lo peor de todo es que ni ellos saben lo que es realmente amar, porque mienten, no predican con el ejemplo, no reconocen sus miedos, lo que conlleva a millones de relaciones fallidas, divorcios, maltratos y demás situaciones que nos enseñan lo mal que hemos venido manejando las relaciones.
¿Cuál sería el principal motivo por el que pasan estas cosas? ¿Por qué si, teóricamente somos libres, no damos libertad para amar? ¿Por qué tenemos que imponer? La respuesta es muy sencilla. Porque no somos capaces de amarnos a nosotros mismos, en el mismo camino en el que ahora está ese niño, nosotros nos perdimos y en vez de remediarlo, debido al miedo, la inseguridad, etc. hemos repetido lo mismo generando una cadena de hipocresía y falsedad, reflejando nuestras frustraciones y miedos en nuestros hijos, creyendo que, “lo hacemos por su bien”, que “sabemos lo que le conviene”, que “no queremos que sufra” y demás excusas que hemos ido diciendo y creyendo para justificar que, en realidad, somos nosotros los que no sabemos amar de corazón, los que no queremos ser vulnerables al resto compartiendo nuestras sensaciones sin pensar en ser juzgados.
¿Cuántos de nosotros hemos estado en situaciones en las que hemos querido darle un abrazo a alguien? decirle que le queremos, ser más cariñosos… pero hemos pensado, Y SI mis amigos piensan que soy muy tierna, y si la otra persona me rechaza, y si, ¡¡¡Y sí… MIEDO!!! El “y si..” es amigo del ojalá y eso nos lleva a ningún lugar, porque es algo inexistente. Tenemos que aprender a cambiar el “y si…” por el “Y QUÉ…” ¿Y qué más me da que el resto piense que soy muy amoroso? muy sensible, muy lo que sea, es su opinión y eso frena tu libertad, tu amor, tu expresión. No dejes que el miedo bloquee tu ser. Resistiendo el miedo encuentras la luz al otro lado.
Pero la cosa se complica más, porque llegan los que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio y con esa falsa seguridad te dicen, “eso no es amor”, o “qué vas a saber tú lo que es amar si eres un niño”, “ya aprenderás lo que es la vida”. No tienen ni idea, entonces crean espejos de un amor falso y conveniente, de un amor que se debe entender y no sentir.
Matrimonios convenidos, relaciones por necesidad, por cultura, por presión social. Cuántas veces oíste a alguien decir “Uff, sino se casa, se le va a pasar el tren”, cómo si el amor entendiese de tiempo o demás tonterías que usamos para justificar nuestro miedo.
El amor es algo que está dentro de cada uno y en cada una de las cosas que existen en el universo, Dios es amor, entonces cómo es posible que las personas que son sumamente religiosas prediquen un amor condicionado, limitado, prohibiéndote sentir libre, como cuando te enamoras de una persona que no es de tu ámbito, grupo social o religioso y te digan que no te conviene, que no es lo mejor para ti. ¿Son expertos en amor? ¿Pueden o saben sentir lo que tú sientes? ¿Cómo puede ser que sigamos creyendo lo que nos dice el resto a estas alturas del partido?
Tenemos que ser conscientes de que cada persona siente de manera individual y nadie sabe lo que siente. El amor que cada uno siente no es comparable, no es medible o juzgable. Nadie elige lo que siente, por lo tanto, no da posibilidad a bien o mal, a más o menos, es un estado en el que nos encontramos y que debemos dejar ser y sentir. Debemos cambiar el concepto de lo que consideramos amor, educar en amor a los niños para que no tengan envidia, para que no compitan entre ellos, ni se estén comparando constantemente. Cada uno de nosotros es único, tenemos un camino diferente, nos gustan cosas diferentes, ¿Cómo podrías saber lo que a cada uno le conviene o lo que necesita? Hay personas que necesitan más humildad, otras más seguridad, más paciencia, entre otras cosas, es un universo lleno de combinaciones y posibilidades que nos hace únicos e iguales a la vez.
Muchas veces veo parejas, relaciones, amándose como creen que es lo correcto y no me queda claro que esa sea la forma adecuada porque el amor no es celoso, no tiene odio, ira o traición. El amor no juzga edades, sexos, culturas o religiones, porque es puro y completo, porque cuando sientes amor no hay juicio. No significa que vas a desperdiciar tu vida y vivir del amor olvidándote del resto. Pero seguro que en algún momento te han dicho: “El amor no te da de comer” o “De amor no se vive” y eso solo te genera culpabilidad por amar, por sentir y te entran las dudas. No es una cuestión literal de si me da de comer o si puedo vivir de amor, es más bien, algo mucho más simple, que da igual lo que tengas, quién seas, tus logros, tu cuenta bancaria, tu belleza, tu conocimiento o cualquier cosa que quieras añadir. Sin amor, nada de eso vale, nada te da felicidad. Sin amor no hay sentido de vida, y sin verdad no hay amor.
El amor es libre, en cuanto a cómo amar, a quién amar, ya que no hay elección de sentir amor. No podemos obligar a nadie a amar algo, no podemos decirle a ninguna persona cómo sentir, porque sería la mayor traición a uno mismo en la historia de la humanidad, “Yo sé lo que te conviene”, “lo hago por tu bien”, etc. Nadie elige amar nada, todo lo que sentimos ahora se transformará, cambiará, aquí todo pasa, nada es permanente, libera tu conocimiento y siente la libertad del cambio en ti.
Recordad como decía el Dalai Lama, “La felicidad es una función de cómo percibimos (sentimos) nuestra situación, qué tan satisfechos estamos con lo que tenemos.”

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